sábado, 3 de enero de 2009

argelia@servidorunam.com

Heme aquí, tratando de contrarrestar el hastío y aburrimiento irremisibles en que se cae cuando uno es solitario por convicción y devoción.



Caminar, fumar, tomar, son alternativas que he probado una y otra vez, sin embargo tengo la certeza de que poco a poco tu alma se acostumbra al batallar con tu propia humanidad y ya no encuentras caso al evadirte de todas las maneras que puedas encontrar, sino que tú mismo abordas el deseo de consumirte poco a poco y sin obstáculos que te hagan olvidar tus recuerdos, tus deseos y tus rencores.



Te resignas a ser testigo de tu propio batallar y contentarte con tu etérea paz, que alcanzas sólamente cuando has probado el fruto amargo de lo inmundo.

domingo, 1 de junio de 2008

Un poco de futbol

Hace mucho que no juego al fútbol.

En estos dos meses que tendremos de vacaciones retornaré al placer de mi infancia saliendo con mis amigos a jugar un poco, a probar suerte en las canchas de las colonias de donde salen en ocasiones los mejores jugadores que uno pueda conocer.

Tengo confianza en que no he perdido condición y que en cuestión de técnica, si bien tal vez no sea la que tenía hace algunos años, tampoco será tan mala como para no poder encarar competentemente a cualquier adversario llanero.

A decir verdad mi cuerpo me pide competición, me exige tensar mis músculos y hacer esfuerzos con el cuerpo y la mente para poder meter el esférico en el arco rival, mi instinto de delantero goleador no se ha extinguido y ahora me pide que lo satisfaga, que me entregue y me debata en el campo de juego por arrebatar pelotas y driblar defensas.

A final de cuentas parece que nunca me dejó de gustar el soccer; alguna vez tuve pasión por él y hasta soñaba en convertirme en un profesional. Ahora retorno a las canchas pero ya no con ese sueño ingenuo e infante sino solamente con el afán de pasar una tarde agradable experimentando esa sensación de cansancio y de logro que produce la continua búsqueda de poseer el balón; esa sensación que se produce al momento de golpear con tus pies el balón de cuero y la satisfacción que porporciona, de liberar energía de una manera tan bella como sólo puede ser bombeando el balón al ángulo de la portería contraria mientras ves en el rostro de su guardián la encarnación del abatimiento deportivo.