Él
10 de Junio de 2006, 11: 36 p.m.
Las lluviosas tardes en que solía sentarse de manera solitaria sobre el concreto que formaba parte del cuadrado tragaluz que emergía desde uno de los costados de la azotea de aquella casa ( el no la consideraba " suya" ) en donde durante poco menos de cuatro años, se había visto obligado a vivir por circunstancias que el prefería dejar enterradas en el olvido, las dedicaba a descansar y procurarse un estado de relajamiento frecuentemente confundido por algún miembro de la familia que tuviera la ocurrencia de subir a donde se encontraba él, con un sentimiento de melancolía que les hacía suponer un carácter depresivo como componente de la personalidad del joven y soñador, aunque un poco ingenuo estudiante del primer año de la carrera de leyes, suposición que ciertamente podía considerarse coherente, ya que su semblante meditabundo daba esa impresión a cualquiera que no estuviera " desconectado " de la realidad, de su realidad, la misma que en ocasiones puede provocar la asfixia de las personas que carecen de un equilibrio espiritual, las mismas personas que erróneamente conciben a la vida como una cadena cuyos eslabones siempre han de ser aspiraciones monetarias, sometimientos laborales tensionantes aliviados a través de distracciones excesivas y degradantes, esas vidas errantes en el tiempo y en el espacio, vagando entre la penumbra de la mediocridad, inventando un sentido quincenal a su realidad.
Y una contienda tan singular tomaba juego en buena parte de sus meditaciones, al tiempo que lamentaba los errores de su pasado, y trataba en vano de mitigarlos con los aciertos de su presente, cayendo siempre en la cuenta de que lo sucedido debía tomarlo como un proceso de aprendizaje que le había ayudado a identificar las decisiones que de ese momento en adelante optaría por llevar a cabo.
10 de Junio de 2006, 11: 36 p.m.
Las lluviosas tardes en que solía sentarse de manera solitaria sobre el concreto que formaba parte del cuadrado tragaluz que emergía desde uno de los costados de la azotea de aquella casa ( el no la consideraba " suya" ) en donde durante poco menos de cuatro años, se había visto obligado a vivir por circunstancias que el prefería dejar enterradas en el olvido, las dedicaba a descansar y procurarse un estado de relajamiento frecuentemente confundido por algún miembro de la familia que tuviera la ocurrencia de subir a donde se encontraba él, con un sentimiento de melancolía que les hacía suponer un carácter depresivo como componente de la personalidad del joven y soñador, aunque un poco ingenuo estudiante del primer año de la carrera de leyes, suposición que ciertamente podía considerarse coherente, ya que su semblante meditabundo daba esa impresión a cualquiera que no estuviera " desconectado " de la realidad, de su realidad, la misma que en ocasiones puede provocar la asfixia de las personas que carecen de un equilibrio espiritual, las mismas personas que erróneamente conciben a la vida como una cadena cuyos eslabones siempre han de ser aspiraciones monetarias, sometimientos laborales tensionantes aliviados a través de distracciones excesivas y degradantes, esas vidas errantes en el tiempo y en el espacio, vagando entre la penumbra de la mediocridad, inventando un sentido quincenal a su realidad.
Y una contienda tan singular tomaba juego en buena parte de sus meditaciones, al tiempo que lamentaba los errores de su pasado, y trataba en vano de mitigarlos con los aciertos de su presente, cayendo siempre en la cuenta de que lo sucedido debía tomarlo como un proceso de aprendizaje que le había ayudado a identificar las decisiones que de ese momento en adelante optaría por llevar a cabo.
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